-Somos
dueños de nada. Me dijo aquel anciano, mientras recibía de mi mano unas cuantas
monedas que le di después que me pidiera algo de ayuda.
De
inmediato, supe que había sembrado una duda en mi cabeza y mientras continuaba
mi camino, iba pensando en aquellas palabras. Me preguntaba si realmente somos
dueños de algo. En lo personal, no tengo muchas cosas materiales, porque soy de
las personas que no le tiene miedo a levantar vuelo con destino a rumbos
desconocidos y empezar de nuevo. Es por eso que aprendí que lo material va y
viene y no es realmente importante.
Pero
las personas también son pasajeras. Acostumbramos a decir: mi pareja, mi amigo
o mis padres, pero incluso hasta el menos sensato sabe que no es así y que en
cualquier momento también a esas personas las podemos perder. Quizá la perdida
de esas personas nos llegue a doler tanto, que hasta llegamos a sentir como si
arrancaran una parte de nosotros. Como si nos quitaran algo que nos pertenece.
Pero no es así y deberíamos aprender, que las personas solo pertenecen a sí
mismas. Aprenderíamos a soltar más fácil y a darnos el lugar que nos merecemos.
También
he escuchado a personas decir, que somos dueños de lo que sentimos. Pero
seguramente todos alguna vez hemos dejado de sentir algo. dejamos de sentir
amor, felicidad, tristeza o incluso dolor, sea físico o emocional; Y aunque los
sentimientos o emociones, como realmente se deberían llamar, es lo que
deberíamos controlar como si fuesen nuestros, hay momentos que han sido los
sentimientos quienes nos han controlado. En algunas ocasiones podemos llegar a
perder tanto el control de nuestros sentimientos, que pareciera que son ellos
nuestros dueños.
Ahora,
piensa en eso que nadie puede comprar pero que todos tenemos y podemos
disfrutar a nuestra manera. Si, eso mismo, ese pequeño periodo de tiempo que
nos regaló Dios, el universo, la naturaleza o quien sea en lo que ustedes creen
y que todos le llamamos vida. Para muchos un regalo, para otro un castigo, pero
cada quien la vive a su manera y es “dueño de ella”, aunque no pueda decidir
por cuanto tiempo podrá disponer de su vida, pues no decidimos cuando empieza y
mucho menos cuando terminará. Puede que estemos sujetos a un destino que, así
como ya nos marcaron el día en que empezamos a vivir, también esté marcado el
día que llegará a su fin. Eso no lo pienso discutir, pero si puedo decir y bajo
mi propia experiencia, que somos los responsables de todo lo que suceda mientras
permanezcamos con vida. Cada decisión, cada acto, cada cosa que hagamos o
dejemos de hacer, nos irá trazando el camino por el que vamos a transitar y de
nosotros mismos depende hasta donde queremos llegar. Ahora bien, hay momentos
en nuestra vida en que las decisiones de los demás nos hicieron cambiar el
rumbo, quizá cortaron sueños o incluso apagaron vidas. Lastimosamente eso
sucede muy a menudo, pero si seguimos en pie, es porque aún podemos seguir
avanzando hacía donde queremos.
Tal
vez seamos dueños de algo: ¿han escuchado decir que el conocimiento es poder?
Pues quizá es lo único que podemos adquirir, mantener e incluso llevarnos ese
conocimiento a la tumba y nadie nos lo podrá quitar. Pero no serviría de nada
si no lo compartimos, si no estamos dispuestos a utilizar ese conocimiento para
ayudar a los demás, seríamos dueños de nada. Porque eso será lo que quede
cuando nuestra vida se acabe.
Y
a pesar de que no somos dueños de nada. Somos responsables de todo. De nuestros
actos, de nuestras palabras y decisiones. No podemos ir por la vida culpando a
los demás de lo bueno o lo malo que nos pasa. Como ya lo había dicho antes; si
lo pensamos bien, cada situación es causa de una acción o decisión del pasado.
La traición es la consecuencia de nuestra confianza ciega puesta en alguien que
sabemos que puede fallar. Todo aquel que tenga la capacidad de ser consciente,
puede en algún momento tomar una decisión que falle a su compromiso y en ese
momento se pueden romper muchas cosas. Empezando por la confianza, hasta un
corazón o incluso un espíritu.
Muchos
dicen que errar es de humanos. Pero yo pienso que es solo una excusa para no
aceptar la responsabilidad de sus actos. Los errores se los podemos dejar a las
maquinas, que se supone están programadas para hacer un trabajo en específico.
Pero cuando los humanos se equivocan, solamente es una falla. Fallaron sus
planes, no salieron como lo habían previsto o simplemente no lo planearon
bien.
Al
final concluí que, tal vez no seamos dueños de nada, pero podemos disfrutar lo
poco que tenemos y sacarle el máximo provecho. Para que estar tristes,
amargados o enojados, si sabemos que eso solo nos está robando tiempo. Tiempo
que podemos aprovechar para compartir con un amigo, con la pareja, con nuestros
padres, familia o con nosotros mismos. Deberíamos recordar que en cualquier
momento los podemos perder o ellos nos perderán. Deberíamos aprender a ser
felices. Que no debemos confundir los pequeños momentos de alegría, con la
verdadera felicidad. Conocernos mejor, aprender a identificar lo que estamos
haciendo mal y tratar de mejorar cada día. Que la única persona que nos puede
hacer daño y lastimar nuestros sentimientos, somos nosotros mismos. Muchas
veces hay que tomar decisiones difíciles y que nos dejan heridas que duelen
tanto, que parece que nunca van a sanar, pero sabemos que es la mejor solución
para poder tener paz y no seguir fracturando nuestra felicidad. Que la vida no
es un regalo, pero si aprendemos a apreciarla, le encontraremos el sentido y
así poder vivir en armonía con ella, hasta el día en que tengamos que
entregarla de vuelta.
Pero,
sobre todo, que nos falta mucho por aprender, por disfrutar, por sufrir y por
vivir. Espero que me alcance la vida para lograr lo que me propuse. Se que he
tenido que aplazar muchas cosas, cambiar los planes, desviar mi camino y perder
personas que nunca tuve, pero trato de vivir el día a día y no dejar
pendientes, por si mañana no estoy en este mundo.
Piensa
bien lo que harás con este momento, pues es lo único que tienes, de ti depende
que mañana cuando lo recuerdes, sonrías o lo lamentes.
By: Yackley